Doce casas iguales rodean un jardín de cuyo centro irradian las leyes invisibles del tiempo. La mujer se dirige a la primera de las puertas, que se abre sin llave, y descubre un interior, absorto en sí mismo, en el que otra mujer lleva a cabo una tarea. En cada casa hallamos una labor diferente, las moradas se suceden como los meses y las estaciones, y la mujer visita el corazón ensimismado de estas estancias íntimas. El lápiz en el papel, la aguja en la tela, los dedos en el piano, el cuchillo en la tabla... los distintos alfabetos de un único oficio de luz y de tinieblas.