... Mas yo también te digo, que tú eres Pedro; y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella: y a ti daré las llaves del reino de los cielos: que todo lo que ligares en la tierra, será ligado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos. SAN MATEO 16, 16 Los papas, sucesores de san Pedro, han heredado las atribuciones que Jesucristo concedió al apóstol y mantienen, desde hace veinte siglos, su autoridad sobre la Iglesia católica. Esta es la primera crónica completa de los hechos de todos los pontífices que en el mundo han sido, de sus aspiraciones y de sus logros, en ocasiones muy cercanos a la pasión por el poder y las ambiciones divinas de los emperadores romanos. En las presentes páginas se desgrana la historia de la grandeza, de la religiosidad y del pecado, de unos hombres cuyos actos no siempre fueron los modelos de virtud y santidad que ellos mismos predicaban para sus fieles. Así, en la colina vaticana han vivido papas santos -como León I el Magno, que se enfrentó a Atila-, reformadores -Gregorio VII fue el gran defensor de la independencia de la Iglesia frente al poder laico-, guerreros -Urbano II convocó la primera cruzada-, mecenas de las artes -a Julio II se debe la decoración pictórica de la Capilla Sixtina y el aspecto actual de la basílica vaticana-..., pero también papas considerados herejes -Juan XXII fue declarado tal por Luis de Baviera-, nepotistas -Alejandro VI, el papa Borgia, favoreció de forma escandalosa a su familia-, sometidos a gobernantes -Napoleón mantuvo prisionero a Pío VII- o que murieron asesinados o en extrañas circunstancias -Juan Pablo I amaneció muerto en su lecho tras sólo treinta y tres días de pontificado. Un recorrido fascinante por la vida y los hechos de los 264 papas que han ocupado la silla de Pedro y los concilios que han establecido los dogmas y las normas de la Iglesia; hasta Juan Pablo II el Magno, el pontífice más universal y carismático de todos los tiempos, uno de los artífices de la caída del comunismo y defensor a ultranza, en la desacralizada época que le tocó vivir, de que «nadie tiene derecho a expulsar a Cristo de la Historia».