Esta podría ser una historia triste y cotidiana. Incluso cruel. Sin embargo, es divertida, y a ratos, hilarante. Un hombre de mediana edad se ha quedado solo y el brusco giro que da su existencia va a sumirle en situaciones esperpénticas que rozan lo insólito: conversaciones imposibles con la asistenta filipina en no se sabe qué dialecto para intentar que el fregadero deje de ser un campo de cultivo biológico, metáfora de su devenir interior, sus peripecias sexuales alentadas por la insultante fogosidad de sus vecinos de arriba, sus torpes movimientos para despistar al espía del bloque de al lado? Todo ello se desgrana en las páginas de este tablero de la vida, al que su protagonista, avezado jugador de ajedrez, ha de enfrentarse si quiere sobrevivir con una sonrisa en los labios.