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La laicidad del evangelio

DESCLEE DE BROUWER
05 / 2014
9788433027146
Castellà
Religió

Sinopsi

El Evangelio no es un libro de religión, es un conjunto de relatos que explican cómo Jesús de Nazaret nos ofrece un proyecto de vida. Jesús fue un hombre profundamente religioso, por su intensa relación con Dios como Padre y por su frecuente recurso a la oración. Pero la religiosidad de Jesús no estuvo vinculada al templo, ni a los rituales sagrados, ni a los sacerdotes, ni a la sumisión a la ley religiosa. Sus preocupaciones no se centraron en nada de eso. Al contrario, Jesús vivió de tal manera que, en cuanto empezó a actuar y hablar en público, entró en conflicto con los responsables de la religión (los sacerdotes, los teólogos y los más estrictos observantes).El Evangelio es el gran relato de este conflicto, que terminó dramáticamente en juicio, condena y muerte. Por eso hay que afrontar esta pregunta: ¿cómo pudo fundar una religión un hombre cuya vida terminó en un enfrentamiento mortal con la religión? Lo central en la vida de Jesús no fue lo religioso y la religiosidad, sino lo humano y la humanidad. Y por eso, porque Jesús se puso de parte de la vida y de la felicidad de los seres humanos, el Evangelio centra su atención en la salud de los enfermos, la comensalía con todos (especialmente con los pobres) y las mejores relaciones humanas. Así, Jesús desplazó el centro de la religiosidad, que ya no está en lo santo sino en lo humano. Creer en el Evangelio es luchar contra nuestra propia inhumanidad y hacernos cada día más humanos.

José María Castillo nació en Puebla de Don Fadrique (Granada), en 1929. Ha sido jesuita durante más de cincuenta años. Doctor en Teología Dogmática (Universidad Gregoriana. Roma). Profesor de Teología Dogmática (Facultad de Teología de Granada). Profesor invitado en diversas Universidades (Gregoriana, de Roma; Comillas, de Madrid; UCA, de El Salvador). Doctor Honoris Causa por la Universidad de Granada. Ha publicado más de treinta libros, siempre escritos desde la preocupación por relacionar el saber teológico con la realidad que vivimos, no solo los creyentes, sino los seres humanos en general.