Es un caso complicado: un profesor de filosofía, conocido por su ateísmo militante y su crítica a la administración Bush, aparece asesinado. Pronto, uno de sus alumnos, de religión musulmana, se confiesa autor del crimen. El abogado de la acusación es judío, y el detective encargado del caso, cristiano. Pero algo huele a podrido en el asunto. Y lo que asoma, cuando avanza la investigación, es la corrupción que esconden los templos religiosos. El resultado es un escalofriante thriller sobre la religión y la manipulación de las mentes, en el que los santos son diablos y el delito está a la orden del día.