Según la costumbre de la época, el 19 de octubre de 1837, antes de proceder a su fusilamiento, a Charles Lewis Gruneisen le preguntaron si deseaba que se llamara a un sacerdote para poder confesarse. Su respuesta fue la que cab¡a suponer de un buen anglicano: Âôtengo mucho que confesar ante Dios, pero nada ante los hombres.Âö Cómo un corresponsal del Morning Post, uno de los periódicos más influyentes de Inglaterra, llegó a esta situación en la Espa?a de Isabel II, es algo a lo que se trata de dar respuesta a lo largo de las siguientes páginas. Y, naturalmente, una de las primeras cosas que habrá que explicar es que en 1837 no se sab¡a muy bien que era eso de los corresponsales de guerra. De hecho, suele afirmarse que el primero de ellos fue William Howard Rusell, que cubrió la guerra de Crimea en 1854, cuando lo cierto es que durante la Primera Guerra Carlista fueron varios los que vinieron a nuestro pa¡s para seguir el conflicto. Alfonso Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera (Madrid, 1963) es doctor en Historia con premio extraordinario por la Universidad Complutense de Madrid y catedrático de Historia C