«¿Qué hay que contar en un diario, lo que se ve o lo que te pasa ¿Interesa más la vida de uno o la vida que uno ve pasar Hablar de lo que sucede en la calle es más arriesgado que contar lo que te pasa; conviene no pasarse de línea, el linier en el campo de fútbol, cuando pisas la raya, levanta el banderín. En un diario, cuando cuentas algo que no le gusta a alguien estás perdido (si ese alguien no es de especial relevancia) o puedes darte por muerto (si el ofendido es un santón con peana). El diarista tiene que buscar ese difícil equilibrio en el que ni te pasas ni te quedas corto; no se sabe qué es peor, si pasarse de frenada o no llegar a esa línea de castigo. Es más interesante y sugerente un diario que se detiene en describir más los pliegues de la vida que la desnudez de los sentimientos. El tema de la intimidad es un viejo tema complicado y tiene mucho que ver con la verdad o con la relación del diario con la verdad. Decir o contar lo que uno fue o hizo, sin modificar lo apuntado con esas notas ventajistas que dan los años que pasan entre lo apuntado y lo publicado, es complicado y escuece a veces, pero no se puede traicionar al que fuimos cuando toca escribirlo.»