En un pausado presente
Memento vivere, acuérdate de vivir. ¿Pero es posible tal clase de olvido , ¿podemos estar distraídos de la propia vida Lo es, porque la misma evidencia de vivir dificulta una percepción viva de ella. De ahí la necesidad de no acostumbrarnos al hecho de vivir. Y la vida se nos da en el presente. Presente que, lejos de ser fugaz, hemos de conseguir el milagro de retenerlo, para hacer de él un trasunto eterno. Beatus ille, dichoso aquel que acoge benignamente y con agradecimiento en su interior el tiempo que le es ofrecido, sin hipotecar la alegría de vivir a un mañana. Aquí y ahora son los adversarios de los vencedores: acojámoslos con espíritu magnánimo, conscientes de su grandeza. Perfumemos el alma de todas aquellas resonancias -también poéticas- que sean capaces de concedernos un renovado encuentro con la vida, en el que no quepan empobrecedoras rutinas. Vivir es, efectivamente, la gran cuestión: todo lo demás es algo añadido. Los verbos hacer y tener poseen una relevancia muy secundaria cuando se comparan con la de ser: somos tiempo enamorado (de la vida). La conclusión es obvia: no pongamos el acento de la felicidad en lo que hacemos y tenemos, sino en lo que somos.