En esta obra confluyen la nuda descripción, el arabesco narrativo y un sustrato poético de sabor antiguo, más próximo a la memoria que a la imaginación. Algunos cuentos participan de un mal presentimiento: un sentido de la ruina, del trastorno, un presagio del fin de los tiempos. Varias historias orbitan alrededor de los astros del amor y el desamor. Las huestes morbosas del deseo hacen acto de presencia, así como el sentimiento de culpa y la desinhibición. Otras peripecias abundan en ironías: sobre la transmisión de saberes y afectos, en particular, y en general, sobre la humana necesidad de producir chivos expiatorios, imágenes deshumanizadas de nosotros mismos. El relato que da título al libro constituye un exotismo literario: los vetustos autos de fe, con sus tribunales y llameantes parafernalias, conectan con los exorcismos contemporáneos, bajo el auspicio de lo políticamente correcto.