Recoge poemas escritos desde la escucha de quien oye voces tras la puerta, y sabe que no la puede abrir: límite que invita a un silencio desnudo, a la contención que potencia este modo de decir la crisis del mundo desde una crisis del lenguaje donde cada flor ha dejado de ser flor, la estrella, estrella, la luz, luz que ahora resbala en cada poema reinventándose y recogiéndose hasta expresarse -ya pulida- en un tono nuevo que roza lo devocional. Un momento y un tiempo compartidos, donde Méndez Rubio se ha puesto a observar, con necesario dolor, y desde un espacio imposible, el mundo de los otros. Se expresa así una comunión, en su sentido más profano: hemos sido abandonados, y sólo la renovación de la flor/voz, sólo el despojo, pueden acercarnos una renovada esperanza.