EL MUNDO QUE VIO MARIANO CAÑARDO
En los años 20 y 30 del siglo pasado el ciclismo era un edificio con el esqueleto al aire. Solo el Tour de Francia y algunas clásicas ofrecían cierta perspectiva; el Giro era joven, la Vuelta no existía y el mundial era un recién nacido. En España las cosas resultaban más precarias. Solo la Volta a Catalunya ofrecía pulso y tradición, el resto estaba por hacer.
Estrellas domésticas hubo, pero pocas, muy localizadas y raramente documentadas. Fue en 1925 cuando irrumpió un joven navarro en las carreras catalanas para torcer la historia. Por muchos motivos Mariano Cañardo fue el pionero, el primer campeón del ciclismo español. Registros suyos siguen vigentes. Fue el primer ciclista hispano enteramente profesional, dotado de un método y una sapiencia que no se dieron en su tiempo. Su talento se apreció más allá de los Pirineos.
Todo ocurrió en unos tiempos marcados por la inestabilidad política, social y económica. Siempre estuvo rodeado de circunstancias trágicas. La penuria de la Primera Guerra Mundial lo sacó de su Olite natal; vivió en primera persona los siniestros 20 en una Barcelona que era hervidero de sensibilidades; la Guerra Civil le obligó a permanecer en Francia, y la Segunda Guerra Mundial no le dio opción de proyectar la experiencia que había acumulado. Una vida a mil por hora, polvorienta, sufrida y blaugrana, como solo los héroes de aquella época pudieron protagonizar.