Maquiavelo, Caterina Sforza, los Borgia? los hilos de una conspiración que dejó
1527. El sol del primer día del verano se va alzando sobre una Florencia devastada por la peste. Un hombre agoniza en su mansión al borde del Arno. Ha sido consejero de los más poderosos y amante de las más bellas. Solo en su lecho de muerte, el canciller Nicolás Maquiavelo trata de poner luz a lo que fue su vida. Evoca a damas por las que fue amado, a papas con los que negoció, a poderosos señores que no siempre estuvieron a la altura de sus proyectos.
Un pasaje que no logra descifrar lo atormenta. En aquella confusa aventura, que empezó en 1499, se anudaron los tres nombres decisivos en su vida: la condesa de Forlì, Caterina Sforza, el papa Alejandro VI y su hijo César Borgia. Y un turbio regalo que llegó tarde a su destinatario: el retrato nupcial de Bianca Sforza, sobrina de Caterina, muerta demasiado joven. ¿Por qué era tan importante aquel encargo? ¿Qué destino de muerte habitaba ese exquisito retrato del maestro Leonardo que el canciller Maquiavelo entregó demasiado tarde?