Conocido, especialmente como novelista, Robert L. Stevenson es, además, autor de una obra bastante amplia de poesía, ensayo, obras teatrales, narración de viajes que si no está a la altura de sus novelas no por eso carece de la magia e ilusión que hay, por ejemplo, en La isla del tesoro.
Apología de los ociosos y otras ociosidades y los otros ensayos que conforman este libro fueron escritos al principio de su labor literaria y ya tenemos en ellos esa sutil y encantadora frivolidad que como decía Chesterton es como la flor de cien graves filosofías.